El gran Vitalizador
Simplemente con oler el Romero, vuelvo a pasar por el corazón un recuerdo; cuando era pequeña y me dolía la panza, mi mamá siempre iba al fondo del jardín y cortaba unas ramitas de un Romero gigante que crecía en casa, con estas ramitas me preparaba una infusión en mi taza favorita, pero el gran detalle que hacía todo más mágico, era que no sacaba las ramitas, sino que quedaban ahí navegando en mi taza, mientras yo tomaba la infusión con bombilla, el alivio era inminente y aún hoy esta planta me sigue acompañando.
Este arbusto medicinal es ampliamente conocido alrededor del mundo, pertenece a la familia botánica de medicinales por excelencia: las Labiadas, caracterizadas por la presencia de aceites esenciales. Su centro de origen es Mediterráneo, pero hoy podemos encontrarla como cultivada en casi todos los climas.
El Romero es un tónico por excelencia, eso quiere decir que ayuda a reestablecer todo el organismo. Antiguamente se lo maceraba en vino y consumían pequeñas dosis luego de alguna enfermedad.
La ciencia se ha interesado recientemente en el romero para estimular la cognición y como antioxidante, también por sus suaves efectos de calentamiento y dispersión, brinda beneficios para el corazón, la digestión, el hígado y el estado de ánimo.
Como les conté en mi historia, el romero en forma de infusión puede aliviar la digestión lenta o fría que causa gases, náuseas, calambres, dolor o hinchazón. Una de las razones por las que el romero a menudo se combina con carnes grasosas, es por su capacidad para tonificar al hígado y ayudar a digerir las grasas.
El romero puede reducir la glucosa en sangre, por lo que aquellos que toman insulina deben continuar monitoreando sus niveles de glucosa en sangre. También se recomienda evitar grandes dosis de Romero a quienes tengan hipertensión, especialmente su aceite esencial, ya que es muy concentrado.